El fin de la Tierra Media: Capítulo 3: "Osgiliath, la ciudad en ruinas"
Como había dicho a su padre el día anterior Aldariel abandonó el bosque de Farngorn para dirigirse a Minas Tirith, los orcos que habían cruzado el paso debían estar ahora sobre la llanura de Rohan y no podía demorarse en los bosques, aunque le hubiera gustado quedarse allí un tiempo más. Era necesario que llegara y advirtiera al ejército de Gondor sobre la llegada de los orcos comandados por esos extraños hombres, pero no estaba segura de poder llegar a tiempo. Por eso pidió a Crosswind que se apresurara todo lo que pudiera. La reluciente espada estaba ahora ceñida a su cintura y juró que nunca nadie iba a separarla de ella hasta que no supiera a quien había pertenecido y quien era ella en realidad.
El día siguió su curso sin cambios bruscos hasta que la noche lo cubrió todo con su negro manto. Nunca se había visto una noche tan oscura y no había luna en el cielo. Aldariel no se detuvo y continuó su marcha en la negrura que prosigue al día, cada vez más cerca de las tinieblas de Mordor. A lo lejos podían verse una gran cantidad de antorchas dirigiéndose hacia el sureste. Era la gran columna que había visto dos días antes, se encontraban marchando sobre el Folde Este y bordeaban la ladera de las montañas.
Aldariel se preguntaba si tenían planeado atacar la ciudad o solamente se dirigían hacia las tierras de Mordor para formar un ejército más grande aún y aplastar Gondor con un solo movimiento. Aún así se apresuró cabalgando por la orilla sur del río Entaguas, lejos de la gran fila. Así llegaría a Osgiliath sin ser advertida.
Tres días pasaron desde que Aldariel dejara atrás el enorme ejército y llegara sin ser vista a la antigua ciudad. Allí se encontraban varios hombres de Gondor, eran poco menos de mil soldados que protegían el paso del Río Grande.
Dos soldados fueron los que la vieron llegar por el lado en que el sol ocultaba sus rayos en el gran mar.
-Buenas noches caballeros- saludó cortésmente- traigo noticias desde el oeste y me temo que no son muy buenas nuevas. Me gustaría hablar con su capitán.
-¿Quien eres extranjera que nos traes tan malos presagios?
-Mi nombre es Aldariel y pertenezco al ejército de Arnor.
A los soldados les pareció extraño que una bella dama como ella perteneciera a las huestes del norte, sin embargo traía una espada y en sus ojos ya se distinguía el fulgor de batallas pasadas. Así fue como los soldados anunciaron a su capitán la llegada de la doncella. Luego la condujeron ante él. Las estrellas ya se habían despertado y brillaban distantes en el más que negro firmamento. Las ruinas de lo que había sido una majestuosa ciudad en otro tiempo se levantaban alrededor como un gigantesco fantasma.
-Soy Faramir, actual capitán del ejército de Gondor, ¿cuáles son las noticias que nos haz traído?
-Un ejército de orcos se dirige directamente desde el occidente hacia aquí por las laderas de las montañas. No sé cual será su objetivo, si Osgiliath, Minas Tirith, o solo se dirigen hacia Mordor, pero cualquiera de las tres opciones sigue siendo de gravedad.
-Esta noticia nos toma por sorpresa, porque ya esperamos un inminente ataque de los orcos que se aproximan rápidamente desde el norte, esta nueva que traes significaría la caída de Osgiliath incluso antes de combatir.
-Siento haber sido yo la que tuvo que traerlas- dijo tristemente- No puedo compensarlo de otra forma que poniéndome a sus órdenes, ya combatí anteriormente en el Norte y sé hasta donde puede llegar la furia de las tropas de Morgoth.
Faramir estuvo unos segundos pensativo.
-Una pregunta ocupa ahora todos mis pensamientos: ¿Debo hacer caso a las noticias que traes e irme de Osgiliath junto a mis hombres? ¿o por el contrario no tenerlas en cuenta y combatir aquí sin llevar semejante peligro a las mismas puertas del castillo?
-Creo que la respuesta es una sola a cualquiera de ambos casos. Sino combatimos aquí los orcos llegarán a Minas Tirith en pocas horas, si por el contrario decidimos combatir muchos hombres morirán pero podremos detener a los orcos el mayor tiempo posible así los hombres de esa ciudad podrían prepararse e incluso estar advertidos.
-Ellos ya están preparados y advertidos, siempre lo están.
-¿Para combatir a un ejército de tal magnitud? Además existe la posibilidad de que a éste se le sume otro desde Mordor. Insisto en que combatir es la única solución posible.
-¿Y por qué debería yo tener en cuenta tu opinión?
-Nunca dije que lo hiciera, no tengo autoridad, ni aquí, ni en Arnor de donde vengo, es solo lo que pienso. Si los orcos vienen del Noreste es posible que Eldarion los haya visto, y si cumplió su misión llegará para unirse a sus hombres y los auxiliará.
-¿Eldarion? Él se dirigía hacia el sur? Habla!
A Aldariel no le pareció amable la forma en que el capitán le dijera que contara lo que sabía, su mirada ahora era fría como el hielo y estaba clavada en los ojos del soldado.
-Discúlpame, no fue mi intención levantar así la voz, estoy muy preocupado por mis hombres y las noticias que haz traído, por favor dime lo que sabes.
Así Aldariel relató a Faramir todo lo que había pasado en el Norte, la misión de Eldarion, su encuentro con los hombres de cabellos plateados y ojos que eran como el fuego. Sin embargo nada contó de su paso por el Bosque de Farngorn y no mencionó tampoco nada de su propia historia y la historia de su espada. Faramir se preocupó mucho más al oír esto porque no sabía hasta donde llegaría el poder de estos seres que aún no tenían nombre.
-Osgiliath caerá nuevamente y no podemos hacer nada para impedirlo, solo combatir y esperar que lo que dices se haga realidad y Eldarion llegue antes del fin.
La noche era demasiado oscura y los elfos decidieron detenerse un momento para descansar y esperar que despuntara el día. Luiniel se había alejado del grupo mayor y dormía apaciblemente sobre la hierba humedecida por el rocío, a pocos pasos de ella se encontraba Fëadîn cuidando su reposo. Eldarion se sentó a su lado y se quedó en silencio.
-Estás inquieto por algo ¿o acaso me equivoco?
-No te equivocas Fëadîn, mucho temo que lleguemos tarde a Osgiliath y la ciudad sea tomada sin que siquiera podamos combatir contra ellos. Cuéntame sobre los hombres que conducen las huestes de los orcos.
-No hay mucho más que contar, te dijimos lo poco que sabíamos e incluso lo que imaginábamos. Cuando atacaron Rhovanion fue poco lo que pudimos hacer, mi hermano fue muerto por una de sus espadas en medio de la batalla. Siento que los Valar nos han abandonado a nuestra suerte, el destino de la Tierra Media parece estar sellado.
-Siento mucho la pérdida que haz sufrido. Pero yo no creo que ya todo esté escrito. La Tierra Media se salvará aunque los Valar no escuchen nuestros ruegos.
Entonces Fëadîn recitó tristemente una vieja copla, no era tan antigua sin embargo se había escuchado ya muchas veces en los últimos años:
Una sombra negra provino del oeste,
y oscureció los cielos y los mares de la Tierra Media,
En un negro barco surcó el mar
y a Sauron ha venido a vengar,
el hechicero enviado por los Valar
no ha podido con él y Morgoth volverá.
Ya no hay esperanza para el este,
el amo de Sauron ha llegado para destruirlo todo
y cubrir con cenizas la blanca nieve...
Fëadîn calló tratando de recordar como continuaba la copla, hacía mucho tiempo que la había escuchado por última vez y no lograba recordar exactamente como terminaba.
-Mucho me temo que la copla que entonas no esté completa Fëadîn, incluso el mismo Morgoth la conoce muy bien y es a lo único que teme lo que haz olvidado.
Pero no todo está dicho,
Ni predicho,
Porque la espada se ha perdido,
Narsil elegirá a su heredero,
Y Morgoth mismo temerá
A la espada que fue forjada de nuevo
A la espada que ya no está perdida
Y a la mano que la sostendrá.
-La espada Narsil... nadie ha sabido de ella en años, la espada sigue perdida y no podemos confiar en una vieja copla inventada por sabe quién y en que momento del tiempo. Luchar es lo único que podemos hacer y pedir clemencia para los que continuamos aquí defendiendo la tierra que amamos.
-Sin embargo yo quiero tener esperanzas y creer lo que esa copla trata de decirnos. Morgoth tiene un punto débil y es esa espada.
-Si solo supiéramos dónde está... y quien es la mano que la sostendrá y a la que incluso Morgoth le teme.
-Eso no lo sé, pero estoy seguro de que lo sabremos muy pronto.
Ya estaba avanzada la noche y todos aguardaban la inminente llegada del enemigo, a lo lejos se veían varias antorchas que como un rojo mar se abrían paso en la profunda oscuridad. Faramir estaba silencioso, Aldariel se encontraba a unos pasos y también estaba callada aguardando la inevitable batalla. Todos los soldados estaban preparados y armados, listos para enfrentar un peligro que no tenía nombre, y al cual no sabían como combatir. Solo esperaban que las noticias traídas fueran ciertas y Eldarion estuviera siguiendo al ejército que se desplazaba hacia la ciudad desde el Norte.
No esperaron mucho más y las tropas de Morgoth estuvieron sobre ellos. Se detuvieron ante la entrada de la ciudadela y esperaban la orden de alguno de los hombres de grisáceos cabellos.
Uno de ellos levantó su brazo hacia arriba y luego lo dirigió hacia adelante dando la orden de atacar a cualquiera que les impidiera cruzar el río y dirigirse hacia Mordor. Faramir desenvainó su espada y dijo a Aldariel:
-Ten mucho cuidado, la batalla será larga y no sabemos que esperar de estos extraños hombres que están a las órdenes del Amo Oscuro.
Aldariel desenvainó a Anduril y le dijo:
-No temas Faramir, y ten fe, Eldarion llegará.
Faramir miró asombrado la espada que blandió Aldariel, ella parecía no saber que significaba lo que tenía en sus manos.
-Tú eres la portadora, no puedo creerlo.
Aldariel lo miró sin entender el significado de lo que Faramir le estaba diciendo. Faramir todavía demasiado aturdido como para hablar logró articular algunas palabras e hizo un enorme esfuerzo para decirle:
-La espada que llevas tiene nombre, y es Anduril, la espada que el Rey perdió en la primer batalla contra Morgoth. No entiendo por qué tú la llevas, y ahora es demasiado tarde para poder sacar conclusiones. La batalla ha comenzado.
Aldariel se quedó inmóvil por unos segundos. ¿Por qué ella tenía la espada que perteneció en otro tiempo a Aragorn? ¿Cómo esa espada podría estar relacionada con su pasado? De inmediato sintió un gran dolor en su pecho ¿y si ella era la hija del rey? Eso significaría que su amor no solo era prohibido por el linaje sino por la misma sangre. Y con lágrimas en sus ojos y un indescriptible dolor se dirigió hacia el campo de batalla