El fin de la Tierra Media: Capítulo 2: "La primera batalla"
El sol aún estaba oculto entre las montañas cuando el ejército dirigido por Fhilamir partió hacia La Comarca. 1000 hombres armados con lanzas, espadas, arcos y escudos relucientes se encaminaron hacia el sendero que llevaba al lago. Dolorosa fue la partida, pero todos estaban dispuestos a pelear para defender a los hobbits, y la esperanza se reflejaba en sus rostros altivos. Aldariel había decidido tener su primera batalla e iba a la derecha de Fhilamir, sobre su fiel compañero Crosswind. Legolas iba a su izquierda. Los caballos corrían velozmente sobre la suave hierba que bordeaba el río, no tardarían mucho en llegar a su destino.
El Amo Oscuro sabía que el ejército de Arnor se reuniría con el ejército de Gondor en la batalla de La Comarca y por eso decidió que iba a destruir no solo a la Comarca, sino también al último recurso de Arnor. Todo el Norte sería suyo con un solo movimiento. Era demasiado sencillo.
Dos días fueron suficientes y el ejército de Arnor llegó a pocas millas de Hobbiton. Allí se encontraron con Merry, que como siempre seguía firme en su puesto. Fhilamir habló con él:
-Salve Caballero de la Marca. Triste será nuestro encuentro, pero mi deseo es que la despedida sea mucho mejor.
-Eso deseamos también los hobbits- su rostro estaba pálido, una gran tristeza lo afligía- Bree ha caído, hoy nos llegaron las noticias, de nada sirvieron los campamentos de hombres y la ayuda de los parientes del este. Todo ha sido destruido, casas, hobbits y hombres por igual.
-Siento mucho todas esas pérdidas, pero siento mucho más no haber llegado a tiempo para detener esa matanza.
Aldariel tenía el rostro cubierto de lágrimas, las mismas nacían de sus ojos, se posaban en sus blancas mejillas y luego caían como lluvia sobre su mano, que estaba apoyada en la empuñadura de su espada. El rostro de Legolas estaba sombrío, parecía muy preocupado, no predecía nada bueno de la batalla que se aproximaba.
-¡Escuchen caballeros! Es hora, ¡vayamos hacia el este e embistamos contra esos malditos orcos! ¡por la Comarca y todos los que han caído tratando de defenderla!
Todos alzaron sus espadas y el cuerno de Fhilamir resonó a la distancia, a la orden todos los jinetes se dirigieron hacia el este por el camino. Los hobbits salían de sus casas para ver pasar a la caballería y un rayo de esperanza iluminó esa tarde los cielos de la Comarca. Rápidamente se divisó a lo lejos Bolsón Cerrado y rápidamente también se alejaron cabalgando de allí, pero el tiempo fue suficiente para que Sam notara que Aldariel encabezaba la fila de hombres junto con Legolas.
Pocas horas habían cabalgado cuando a lo lejos se divisó la colosal columna de orcos, venían arrasando todo lo que les estorbaba el paso, y los hobbits asustados corrían a refugiarse en sus casas. Casas que a los pocos segundos ardían con el fuego que los orcos iniciaban sobre ellas. Eran demasiados, cinco veces más orcos que hombres, pero aún así se dirigieron directamente hacia ellos.
Las dos columnas chocaron y la batalla comenzó al fin. Varios orcos cayeron ante el primer ataque, las flechas de Legolas volaron con el viento. Los orcos retrocedieron un poco al principio ante la sorpresiva embestida, pero luego de varias horas el número de hombres del ejército de Arnor comenzó a disminuir y se fueron replegando hacia el oeste. La noche llegó por fin y esto pareció fortalecer a los orcos, se volvieron más agresivos y mataron a una gran cantidad de hombres luego de que el sol se perdió en la oscuridad. Aldariel solo iba armada con su espada y no llevaba armadura, solo una cota de maya pequeña debajo de su vestido blanco. Aún así no tenía heridas y parecía no haberse cansado, blandía su espada a diestra y siniestra a espaldas de Fhilamir y varios orcos probaron el acero de ambos. Al principio la diferencia en la cantidad no amedrentó a los hombres, pero luego a medida que caían sus compañeros los soldados comenzaron a flaquear, Fhilamir intentaba mantenerlos unidos y con ánimos, pero el cansancio comenzaba a ganarles.
Los hobbits huyeron hacia el oeste. Sam, Merry y Pippin dirigían a los asustados Medianos hacia el camino del Norte-Sur. Una nube negra cubría la Comarca, el humo había llegado hasta Hobbiton, todo estaba destruido, el fuego lo cubría todo y varios orcos habían logrado pasar a la fila de hombres que se debatían entre la vida y la muerte. Estos orcos terminaron de saquear e incendiar las casas que quedaban al oeste de la Comarca. Mientras los hobbits sin techo se dirigieron hacia el Norte vieron a lo lejos una gran caravana que se dirigía hacia allí desde el Sur. Ya no había esperanzas, los hombres quedarían rodeados por dos flancos.
En el campo de batalla los gritos de los hombres eran cada vez más agudos y solo había quedado una tercera parte del ejército de Fhilamir cuando el Amo Oscuro decidió que era el momento de terminar con la batalla. Una gran criatura alada surcó los cielos. Sus alas, cubrían con su sombra gran parte del terreno. Era un gran dragón blanco que comenzó a arrojar fuego sobre ellos. Fhilamir no iba a permitir que sus hombres perecieran y cuando el dragón aterrizó fue a su encuentro. Aldariel fue rodeada por los orcos, Legolas estaba a pocos pasos de ella y blandía su espada, ya hacía mucho que se había quedado sin flechas.
Fhilamir se enfrentó al dragón. Recibió varias quemaduras mientras intentaba hacer caer a la inmensa criatura. Su piel era tan dura que su espada se quebró cuando Fhilamir intentó atravesar su cuerpo. El dragón sin siquiera un rasguño puso su enorme pie sobre el pecho de Fhilamir para aplastarlo, sus garras se incrustaron en su carne y la sangre brotó de las heridas. Las garras eran tan largas y afiladas que perforaron los pulmones de Fhilamir quien sabiendo que su fin había llegado incrustó la espada rota en el ojo derecho del dragón. El dragón adolorido huyó del campo de batalla hacia el Norte esparciendo por los cielos un extraño quejido.
Los soldados que habían logrado sobrevivir pensaron que su fin había llegado cuando vieron una enorme caravana aproximándose rápidamente desde el este. Pero la noche los había engañado, no eran orcos los que se acercaban por el camino, el ejército de Gondor se dirigía hacia allí para auxiliarlos.
-¡Faragond! ¡Galinor!- gritó Aldariel cuando logró distinguir sus figuras en la oscuridad- ¡Han tardado demasiado!
El ejército de Gondor obligó a retroceder a los orcos y comenzaron la cacería. Ahora el ejército de orcos cansado y sin dragón que los ayudara flaquearon y varios huyeron, pero muchos más fueron eliminados por los diestros soldados de Gondor. Muchos soldados habían retrocedido para descansar del combate, pero Legolas y Aldariel continuaron combatiendo junto al ejército que acaba de llegar.
Aldariel con su vestido blanco era una estrella solitaria en el mar oscuro del universo. Su espada brillaba con la luz plateada que manaba de la luna. Esa fue la primera vez que Eldarion la vio y ya nunca más pudo olvidarla. Era hermosa, su piel era blanca como la nieve y su pelo era negro como el cielo nocturno, pero los golpes que asestaba eran certeros, mortales y fríos como el hielo.
La batalla concluyó, muchos hobbits murieron y los pocos que habían huido ya no tenían a dónde regresar, todo estaba quemado, ya nada quedaba en la Comarca. Aldariel estaba al lado de Fhilamir cuando el sol se levantó esa mañana, el cielo aún estaba cubierto por una nube gris y sus rayos pasaban débilmente a través de ella. También estaba allí Faragond tomando la mano de su hermano.
-Aldariel eres una gran guerrera, tu padre debe haber sido un gran guerrero también.
-Sí, tú has sido mi padre estos pocos días, y eres el mejor guerrero que conocí- dijo llorando amargamente, sus lágrimas caían frágilmente sobre el rostro de Fhilamir.
-Hermano, prométeme que continuarás entrenándola tú mismo, sino fuera por ella muchos de mis hombres no estarían aún con vida.
-Lo haré querido hermano- dijo con gran tristeza en su corazón.
Entonces Fhilamir cerró los ojos y pareció quedarse dormido. Aldariel lloró largamente sobre su hombro, se quedó a su lado hasta que vinieron dos hombres que lo cargaron para llevarlo hasta Annuminas. Su mirada estaba perdida y sus ojos todavía humedecidos por el llanto. Aún estaba en el suelo cuando notó que alguien estaba vendando su brazo izquierdo. Ni siquiera había notado que estaba sangrando mucho, la herida que le habían hecho era bastante profunda.
Dejó de mirar el suelo y vio a un muchacho a su lado, estaba vestido de negro y tenía una larga capa sobre su espalda. Su cabello era negro y ligeramente ondulado y era de tez morena. Su rostro parecía angelical, pero sus ojos grises ocultaban una profunda tristeza detrás, y no se debía a la batalla que acaba de acontecer, parecía provenir de mucho tiempo antes.
-¿Te duele?- le preguntó.
-Me duele el corazón- le dijo ella mirándolo fijamente con sus verdes ojos.
Él la miró con tristeza y le dijo:
-Muchas personas murieron hoy, y muchas más morirán, las lágrimas que verteremos parecerán eternas y serán tantas que se podrán comparar con el gran mar, pero todas ellas jamás podrán compararse en belleza a las lágrimas que hoy tú haz vertido- le dijo dulcemente y le tendió su mano para que se pusiera de pie. Aldariel la tomó agradecida y se levantó del suelo.
-Solo espero que todas esas lágrimas tengan algún sentido.
-Yo acabo de descubrir la razón para continuar- le dijo mirándola dulcemente y se dirigió hacia donde estaban sus hombres para ayudarlos a quemar los cadáveres de los orcos y a levantar a los soldados caídos en el combate para llevarlos hacia Annuminas.
-Espera...- le dijo Aldariel al muchacho- No me haz dicho tu nombre.-Soy Eldarion, bella Aldariel- le dijo y continuó su camino.
El Amo Oscuro sabía que el ejército de Arnor se reuniría con el ejército de Gondor en la batalla de La Comarca y por eso decidió que iba a destruir no solo a la Comarca, sino también al último recurso de Arnor. Todo el Norte sería suyo con un solo movimiento. Era demasiado sencillo.
Dos días fueron suficientes y el ejército de Arnor llegó a pocas millas de Hobbiton. Allí se encontraron con Merry, que como siempre seguía firme en su puesto. Fhilamir habló con él:
-Salve Caballero de la Marca. Triste será nuestro encuentro, pero mi deseo es que la despedida sea mucho mejor.
-Eso deseamos también los hobbits- su rostro estaba pálido, una gran tristeza lo afligía- Bree ha caído, hoy nos llegaron las noticias, de nada sirvieron los campamentos de hombres y la ayuda de los parientes del este. Todo ha sido destruido, casas, hobbits y hombres por igual.
-Siento mucho todas esas pérdidas, pero siento mucho más no haber llegado a tiempo para detener esa matanza.
Aldariel tenía el rostro cubierto de lágrimas, las mismas nacían de sus ojos, se posaban en sus blancas mejillas y luego caían como lluvia sobre su mano, que estaba apoyada en la empuñadura de su espada. El rostro de Legolas estaba sombrío, parecía muy preocupado, no predecía nada bueno de la batalla que se aproximaba.
-¡Escuchen caballeros! Es hora, ¡vayamos hacia el este e embistamos contra esos malditos orcos! ¡por la Comarca y todos los que han caído tratando de defenderla!
Todos alzaron sus espadas y el cuerno de Fhilamir resonó a la distancia, a la orden todos los jinetes se dirigieron hacia el este por el camino. Los hobbits salían de sus casas para ver pasar a la caballería y un rayo de esperanza iluminó esa tarde los cielos de la Comarca. Rápidamente se divisó a lo lejos Bolsón Cerrado y rápidamente también se alejaron cabalgando de allí, pero el tiempo fue suficiente para que Sam notara que Aldariel encabezaba la fila de hombres junto con Legolas.
Pocas horas habían cabalgado cuando a lo lejos se divisó la colosal columna de orcos, venían arrasando todo lo que les estorbaba el paso, y los hobbits asustados corrían a refugiarse en sus casas. Casas que a los pocos segundos ardían con el fuego que los orcos iniciaban sobre ellas. Eran demasiados, cinco veces más orcos que hombres, pero aún así se dirigieron directamente hacia ellos.
Las dos columnas chocaron y la batalla comenzó al fin. Varios orcos cayeron ante el primer ataque, las flechas de Legolas volaron con el viento. Los orcos retrocedieron un poco al principio ante la sorpresiva embestida, pero luego de varias horas el número de hombres del ejército de Arnor comenzó a disminuir y se fueron replegando hacia el oeste. La noche llegó por fin y esto pareció fortalecer a los orcos, se volvieron más agresivos y mataron a una gran cantidad de hombres luego de que el sol se perdió en la oscuridad. Aldariel solo iba armada con su espada y no llevaba armadura, solo una cota de maya pequeña debajo de su vestido blanco. Aún así no tenía heridas y parecía no haberse cansado, blandía su espada a diestra y siniestra a espaldas de Fhilamir y varios orcos probaron el acero de ambos. Al principio la diferencia en la cantidad no amedrentó a los hombres, pero luego a medida que caían sus compañeros los soldados comenzaron a flaquear, Fhilamir intentaba mantenerlos unidos y con ánimos, pero el cansancio comenzaba a ganarles.
Los hobbits huyeron hacia el oeste. Sam, Merry y Pippin dirigían a los asustados Medianos hacia el camino del Norte-Sur. Una nube negra cubría la Comarca, el humo había llegado hasta Hobbiton, todo estaba destruido, el fuego lo cubría todo y varios orcos habían logrado pasar a la fila de hombres que se debatían entre la vida y la muerte. Estos orcos terminaron de saquear e incendiar las casas que quedaban al oeste de la Comarca. Mientras los hobbits sin techo se dirigieron hacia el Norte vieron a lo lejos una gran caravana que se dirigía hacia allí desde el Sur. Ya no había esperanzas, los hombres quedarían rodeados por dos flancos.
En el campo de batalla los gritos de los hombres eran cada vez más agudos y solo había quedado una tercera parte del ejército de Fhilamir cuando el Amo Oscuro decidió que era el momento de terminar con la batalla. Una gran criatura alada surcó los cielos. Sus alas, cubrían con su sombra gran parte del terreno. Era un gran dragón blanco que comenzó a arrojar fuego sobre ellos. Fhilamir no iba a permitir que sus hombres perecieran y cuando el dragón aterrizó fue a su encuentro. Aldariel fue rodeada por los orcos, Legolas estaba a pocos pasos de ella y blandía su espada, ya hacía mucho que se había quedado sin flechas.
Fhilamir se enfrentó al dragón. Recibió varias quemaduras mientras intentaba hacer caer a la inmensa criatura. Su piel era tan dura que su espada se quebró cuando Fhilamir intentó atravesar su cuerpo. El dragón sin siquiera un rasguño puso su enorme pie sobre el pecho de Fhilamir para aplastarlo, sus garras se incrustaron en su carne y la sangre brotó de las heridas. Las garras eran tan largas y afiladas que perforaron los pulmones de Fhilamir quien sabiendo que su fin había llegado incrustó la espada rota en el ojo derecho del dragón. El dragón adolorido huyó del campo de batalla hacia el Norte esparciendo por los cielos un extraño quejido.
Los soldados que habían logrado sobrevivir pensaron que su fin había llegado cuando vieron una enorme caravana aproximándose rápidamente desde el este. Pero la noche los había engañado, no eran orcos los que se acercaban por el camino, el ejército de Gondor se dirigía hacia allí para auxiliarlos.
-¡Faragond! ¡Galinor!- gritó Aldariel cuando logró distinguir sus figuras en la oscuridad- ¡Han tardado demasiado!
El ejército de Gondor obligó a retroceder a los orcos y comenzaron la cacería. Ahora el ejército de orcos cansado y sin dragón que los ayudara flaquearon y varios huyeron, pero muchos más fueron eliminados por los diestros soldados de Gondor. Muchos soldados habían retrocedido para descansar del combate, pero Legolas y Aldariel continuaron combatiendo junto al ejército que acaba de llegar.
Aldariel con su vestido blanco era una estrella solitaria en el mar oscuro del universo. Su espada brillaba con la luz plateada que manaba de la luna. Esa fue la primera vez que Eldarion la vio y ya nunca más pudo olvidarla. Era hermosa, su piel era blanca como la nieve y su pelo era negro como el cielo nocturno, pero los golpes que asestaba eran certeros, mortales y fríos como el hielo.
La batalla concluyó, muchos hobbits murieron y los pocos que habían huido ya no tenían a dónde regresar, todo estaba quemado, ya nada quedaba en la Comarca. Aldariel estaba al lado de Fhilamir cuando el sol se levantó esa mañana, el cielo aún estaba cubierto por una nube gris y sus rayos pasaban débilmente a través de ella. También estaba allí Faragond tomando la mano de su hermano.
-Aldariel eres una gran guerrera, tu padre debe haber sido un gran guerrero también.
-Sí, tú has sido mi padre estos pocos días, y eres el mejor guerrero que conocí- dijo llorando amargamente, sus lágrimas caían frágilmente sobre el rostro de Fhilamir.
-Hermano, prométeme que continuarás entrenándola tú mismo, sino fuera por ella muchos de mis hombres no estarían aún con vida.
-Lo haré querido hermano- dijo con gran tristeza en su corazón.
Entonces Fhilamir cerró los ojos y pareció quedarse dormido. Aldariel lloró largamente sobre su hombro, se quedó a su lado hasta que vinieron dos hombres que lo cargaron para llevarlo hasta Annuminas. Su mirada estaba perdida y sus ojos todavía humedecidos por el llanto. Aún estaba en el suelo cuando notó que alguien estaba vendando su brazo izquierdo. Ni siquiera había notado que estaba sangrando mucho, la herida que le habían hecho era bastante profunda.
Dejó de mirar el suelo y vio a un muchacho a su lado, estaba vestido de negro y tenía una larga capa sobre su espalda. Su cabello era negro y ligeramente ondulado y era de tez morena. Su rostro parecía angelical, pero sus ojos grises ocultaban una profunda tristeza detrás, y no se debía a la batalla que acaba de acontecer, parecía provenir de mucho tiempo antes.
-¿Te duele?- le preguntó.
-Me duele el corazón- le dijo ella mirándolo fijamente con sus verdes ojos.
Él la miró con tristeza y le dijo:
-Muchas personas murieron hoy, y muchas más morirán, las lágrimas que verteremos parecerán eternas y serán tantas que se podrán comparar con el gran mar, pero todas ellas jamás podrán compararse en belleza a las lágrimas que hoy tú haz vertido- le dijo dulcemente y le tendió su mano para que se pusiera de pie. Aldariel la tomó agradecida y se levantó del suelo.
-Solo espero que todas esas lágrimas tengan algún sentido.
-Yo acabo de descubrir la razón para continuar- le dijo mirándola dulcemente y se dirigió hacia donde estaban sus hombres para ayudarlos a quemar los cadáveres de los orcos y a levantar a los soldados caídos en el combate para llevarlos hacia Annuminas.
-Espera...- le dijo Aldariel al muchacho- No me haz dicho tu nombre.-Soy Eldarion, bella Aldariel- le dijo y continuó su camino.