El fin de la Tierra Media

Dedicado a mi amigo Emiliano -Fëadîn el elfo austral-

Wednesday, March 07, 2007

El fin de la Tierra Media: Capítulo 4: "Mornie alantië"



Aldariel tomó conciencia por primera vez sobre la desesperada decisión que había tomado luego de escapar del castillo del Rey. ¿Acaso esperaba un milagro? ¿Cómo se le había ocurrido que alguien como ella podía enfrentarse a Morgoth? Gracias a un milagro ella y Thirwain se habían salvado de un ataque inesperado de los orcos la noche anterior, y ambos estaban heridos, no de gravedad, pero ya casi no tenían alimentos y aún faltaba mucho para llegar a Morannon.
Tenía muy pocos meses de práctica con la espada, continuaba ensimismada en sus pensamientos, Morgoth era el más poderoso enemigo que hubiera alguien enfrentado nunca, ella no podría con él, y lo sabía. Sin embargo estaba lista para morir, pero también estaba segura que llegaría a enfrentarse a él antes de que esto sucediera.
Todo había pasado tan rápido, hubiera querido volver a ver a Bárbol antes de irse, lo extrañaba demasiado. También le hubiera gustado volver a encontrarse con Aragorn, su padre. Recordó a la dama Arwen, no había podido hablar con ella todo lo que hubiera deseado, y su corazón enseguida le trajo a su mente los momentos con Eldarion, y esto le dolía más que todo lo anterior a la vez. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que ser su hermano? ¿Merecía que le sucediera todo esto? No lo había vuelto a ver desde que dejó Annuminas, pero su gran deseo de verlo se debatió con la inevitable consecuencia que surgiría si lo volvía a ver, ya no tendría fuerzas para ir hacia Mordor, se hubiera matado sin pensarlo siquiera en Minas Tirith, luego de su diálogo con Fëagûl.
Thirwain la vio sumida en sus profundos pensamientos y no la interrumpió, no quiso volver a preguntarle que era lo que la había puesto tan triste. Vendó su brazo derecho fuertemente para calmar el dolor de la herida infligida por el arma orca. Ya casi no sangraba, pero aún le dolía. Agradecía que no hubieran recibido heridas de gravedad.
Volvieron a retomar la marcha, los orcos que habían huido iban a traer más la noche siguiente y debían alejarse lo más rápido posible del lugar de la batalla. Habían caminado toda la mañana, y no descansaron sino hasta pasado el mediodía, iban a moverse durante la noche así que tomaron una siesta bastante prolongada para reponer sus fuerzas. La oscuridad del cielo hacía que ya no hubiera diferencia entre el día y la noche, los orcos deambulaban en todo momento.
Como tenían previsto, más orcos fueron enviados al área donde se encontraban. Estaban ocultos a la vista detrás de un gran matorral espinoso, pero no podrían esconderse para siempre, los orcos pasaban frente a ellos a cada instante. El matorral se encontraba rodeado, no había por donde escapar. Como no podían hablar Thirwain y Aldariel se comunicaban por señas, hacía tiempo que Aldariel quería salir y combatir, pero Thirwain no la dejaba hacerlo, y con razón, no saldrían vivos de allí si decidían o los obligaban a combatir. Estuvieron esperando mucho tiempo, hasta que vieron que unos cinco orcos se acercaban al matorral, ya no había opción, había que pelear.
Sus cuerpos estaban cansados, pero esto no les impidió ser rápidos en el ataque sorpresa a los cinco orcos que los circundaban; ante una señal de Thirwain, Aldariel y él se lanzaron sobre ellos, espadas en mano, y en unos segundos los cinco orcos yacían sin vida sobre el suelo. Al instante varios orcos más se abalanzaron sobre ellos, la batalla se desató sin pérdida de tiempo. A pesar de la gran habilidad de los dos guerreros, claramente estaban en desventaja, los orcos los superaban en número y por mucho. Aldariel y Thirwain luchaban espalda contra espalda para cubrirse. Miembros de los orcos volaban por los aires ante los mandobles desplegados por los dos solitarios combatientes, se amontonaron a su alrededor decenas de cadáveres. La batalla se prolongaba y tanto Thirwain como Aldariel se estaban cansando, sus golpes ya no eran tan certeros y sus heridas empezaban a multiplicarse si bien aún milagrosamente no tenían ninguna de gravedad.
¿Cuánto tiempo iban a soportar esta situación? Los orcos continuaban llegando por cientos, y se abalanzaban sobre ellos sin piedad. Thirwain ya no tenía casi fuerzas, ya no era joven como antes y los años lo estaba traicionando.
-Thirwain, resiste, no podemos morir aquí!- le gritó Aldariel, pero era inútil, él ya no podía seguir.
-Aldariel, no puedo resistir mucho más, vas a quedarte sola, tienes que huir mientras yo te cubro.
-No lo haré Thirwain, no voy a dejar que te maten- dijo gravemente dando una estocada a un orco que blandió su arma contra ellos.
-No seas tonta! Quieres pelear contra Morgoth o quieres morir en este lugar a manos de orcos inservibles!
Aldariel lo escuchó, no tenía el valor de dejarlo allí. Pero Thirwain tenía razón, si moría todo habría sido inútil. También sabía que no podría esperarlo, tenía que escapar.
-Yo decido cuando dejarte ¿lo recuerdas? Era nuestro trato...
Aldariel le sonrió, le dio las gracias por todo y luego corrió, corrió mucho tiempo y muchos orcos la siguieron, se alejó del lugar de la batalla y se dirigió hacia el bosque cercano que tenía frente a ella, el claro se veía inundado de orcos desde la lejanía. A pesar de que muchos la había seguido no paró de correr hasta que estuvo a resguardo en el círculo de árboles. Los orcos la estaban buscando entre los troncos, no pasaría mucho tiempo hasta que consiguieran dar con ella. Aldariel no hacía otra cosa que pensar en Thirwain, por él tenía que escapar, salir viva de allí.
Se ocultó como pudo, pero había muchos orcos buscándola, y como supuso la encontraron al fin. Una vez más blandió su espada contra los malditos, estaba cansada, y no podía huir. La hoja de Anduril se hundía en la carne de sus enemigos, pero ella también estaba siendo herida por ellos. Tenía que irse de allí, pero no había escapatoria.
Su fin se acercaba, no llegaría a la Puerta Negra, no lograría su objetivo, Morgoth se saldría con la suya: matarla antes de que pudiera enfrentarse a él. Se sentía humillada, impotente, si tan solo Thirwain estuviera con ella.
Estaba tan oscuro que no lo vio acercarse, un guerrero acudió a su ayuda, casi no se distinguía en la noche porque estaba vestido de negro y portaba una espada que Aldariel jamás había visto. Tener a alguien que la estaba ayudando le dio fuerzas, todavía había esperanzas. Los orcos fueron muertos poco a poco, hasta que el último fue aniquilado por el misterioso guerrero vestido de negro. Portaba una gran espada que refulgía con una luz blanca en la noche. El guerrero retiró su capucha y Aldariel no pudo contener sus lágrimas de alegría. Corrió hacia él y lo abrazó en un impulso inconsciente. Luego se alejó de él tan rápido como se había acercado.
-¿Estás bien?- le preguntó Eldarion mirándola fijamente.
Aldariel tenía su vestido y capa desgarrados, manchas de sangre y suciedad la cubrían, su rostro tenía marcas de la batalla, y su pelo aún brillante estaba revuelto sobre sus hombros. Estaba cansada pero erguida, y sus ojos verdes tenían el mismo fulgor de siempre.
-Sí. Son solo heridas superficiales- le contestó desviando la mirada, mientras enfundaba a Anduril- muchas gracias por tu ayuda, pero de aquí en más prefiero seguir sola. Tengo que ir a buscar a Thirwain.
-Él está con Fëadîn quien está curando sus heridas, por suerte llegamos a tiempo para auxiliarlo. Y no pienses que voy a dejarte seguir sola, necesitas ayuda, y yo puedo dártela, sabes que no voy a irme aún cuando me lo pidas.
Aldariel sabía que hablaba en serio, no iba a poder disuadirlo de seguirla. Tenía tantas ganas de abrazarlo otra vez, pero su mente contradecía su corazón. A Eldarion sin embargo no le importaba y se acercó a ella para tomar su mano. Aldariel no lo dejó.
-No hagas que las cosas sean más difíciles, Eldarion.
Pero él no le hizo caso y la besó apasionadamente. Aldariel no pudo resistirse ni tampoco quería hacerlo. Lo amaba demasiado. Y mientras se fundían en ese beso las lágrimas recorrían su rostro.
-No me interesa si somos hermanos, Aldariel, te amo y eso es lo único que me importa.
Las lágrimas de Aldariel manifestaban tanto su tristeza como su alegría. Estaba muy confundida. La aparición repentina de Eldarion no la había dejado reaccionar. Además ahora le debía su vida.
-Tenemos que irnos, sé que estás cansada, pero serán mil en solo unas horas, debemos marchar hacia el Norte y ocultarnos antes de poder descansar. Fëadîn y Thirwain nos esperan cruzando el bosque- al instante Wildstorm apareció a un silbido de Eldarion. Él montó sobre su grupa y ayudó a Aldariel a subir.
-Tuve que matar a Crosswind- dijo y el momento volvió nítido a su memoria, unas lágrimas rodearon sus pálidas mejillas- el dragón blanco de Angmar lo hirió y no podía dejarlo allí sufriendo.
-Entonces... fuiste tú la que acabó con él...- dijo sorprendido.
-No hubiera podido si Thirwain no hubiera estado conmigo. A él también le debo mi vida.
Cruzaron el bosque en silencio, la noche cayó con toda su furia, casi no se distinguían las figuras, a lo lejos la noche impedía toda visión. Aldariel estaba aferrada a la cintura de Eldarion, su mente era un remolino de sensaciones y pensamientos, estaba cansada y se apoyó sobre la espalda de su salvador. Un brillo se distinguió a lo lejos, era la espada de Thirwain, que cual luz incandescente intentaba iluminarlos para que Eldarion los viera desde el lindero del bosque.
-¿Cómo está la princesa?- le preguntó Thirwain preocupado.
-Solo está dormida- le respondió Eldarion- estaba exhausta por la batalla, creo que no podremos partir todavía...
-Hay tiempo hasta el amanecer, descansemos unas horas- dijo Fëadîn y al instante se sentó y comenzó a tallar unas ramas que había encontrado con su puñal élfico para construir algunas flechas, había perdido varias de las que tenía en su afán de cubrir a Eldarion cuando se lanzó contra los orcos que atacaban ferozmente a Thirwain. No podían arriesgarse a hacer una fogata, pero su vista privilegiada le permitía ver en la noche aún cuando nada podía distinguirse alrededor.
Eldarion se quitó su capa, la colocó sobre Aldariel para cubrirla del intenso frío y se quedó a su lado para protegerla de cualquier ataque inesperado. Thirwain se recostó contra el tronco de un árbol y se echó a dormir.

1 Comments:

  • At 11:30 AM, Blogger roberto ariEL tamburrini said…

    Maravilloso blog. Te felicito.
    Soy Director y Coreógrafo de danza Contemporánea. Te Envío mi Blog, me gustaría seguir en contacto contigo.
    www.abismandovoluntades.blogspot.com

     

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