El fin de la Tierra Media

Dedicado a mi amigo Emiliano -Fëadîn el elfo austral-

Friday, July 28, 2006

El fin de la Tierra Media: Capítulo 3: "Los elfos del este"


El inicio del capítulo 3. Otro de mis capítulos favoritos, ya que en él se devela algo muy importante para el desarrollo posterior de la historia. Espero que les guste tanto como a mí.
CAPITULO 3


"Los elfos del este"


Varios días habían pasado y Eldarion seguía cabalgando sin rumbo hacia el este, no sabía donde se encontraba la morada de los elfos y dudaba hallarla o hallar a alguno de ellos. Le parecía inútil seguir buscando hasta que llegó al Bosque Negro, allí observó el mal que había causado el Amo Oscuro, todo estaba desolado, los árboles quemados hasta las mismas raíces, el bosque se había convertido en un gran desierto, allí nunca más crecería vegetación alguna, una gran nube negra que provenía del Norte se extendía sobre todo el lugar y los rayos del sol no se habían asomado allí en semanas, era una visión demasiado deprimente y desesperanzadora.
Aún así Eldarion se dirigió hacia el único lugar que quedaba visible en la ahora llanura desértica: las montañas del Bosque Negro, aunque podría asegurar que no encontraría nada allí. La noche llegó pero no había mucha diferencia con el día en ese lugar.
Llegó a las montañas y descendiendo de Wildstorm procedió a revisar el lugar en busca de alguna señal de los elfos, estaba en plena tarea cuando una flecha se dirigió velozmente hacia su rostro. Eldarion desenvainó su espada y cortó la flecha a la mitad en el aire. Al momento se encontró rodeado de figuras con grandes mantos negros y capuchas sobre sus cabezas que lo apuntaban desde todas direcciones con arcos y flechas. De un risco no muy elevado bajó la figura que le había disparado y se unió al resto, estaba vestida de la misma forma. Hubo un momento de silencio absoluto, ni un sonido se escuchaba en el aire, entonces Eldarion habló en la antigua lengua de los elfos:
-Soy Eldarion, hijo del rey y heredero al trono, vengo en busca de ayuda, no soy un enemigo y sin embargo me atacan sin siquiera ver primero ¿Quiénes son ustedes?
Entonces la persona que lo había atacado al principio se quitó la máscara, era un hermoso elfo de cabello rubio y ojos claros, su mirada estaba llena de nostalgia mezclada con una profunda tristeza, fue él quien habló a Eldarion:
-Nos llaman "los elfos negros". En nadie podemos confiar en estos días, el Poder Oscuro tiene hombres a su servicio y son hombres mucho más poderosos que cualquier otro que se hubiera visto alguna vez- entonces Eldarion fue atado de pies y manos y fue llevado a la morada de los elfos en el corazón mismo de las montañas, no había nada de la belleza élfica en ese lugar, era un lugar oscuro y húmedo, solo iluminado por unas pocas antorchas, al final de un largo pasillo se encontraron en un recinto más iluminado, allí se encontraba el jefe del clan de los elfos negros. El elfo de cabellera rubia dejó a Eldarion a los pies de su líder.
-Veo que haz traído un prisionero, Fëadîn...- le dijo calmadamente.
-Estaba merodeando en las cercanías, pero es un prisionero muy hábil, destrozó una de mis flechas antes de que la misma lo alcanzara.
El líder se levantó de su trono hecho de piedra y se quitó la máscara, era una doncella hermosa, su lacio cabello negro se confundía con el atuendo que usaba, y sus ojos oscuros tenían una mirada profunda y aterradora, su piel era ligeramente morena.
-Habla- le ordenó con la misma calma que había hablado al principio- Vivirás dependiendo de lo que digas...
-No puede ser que no me reconozcas Luiniel...
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Soy Eldarion, hijo Aragorn, pero no me han recibido amistosamente en este lugar
-No puedes culparme Eldarion, la última vez que nos vimos solo tenías siete años- dijo y ella misma le desamarró las cuerdas con las que lo habían atado- disculpa nuestra rudeza, pero hace varios días, si se los puede llamar días, vimos algo que nos dejó asombrados, hombres como tú comandaban las tropas de los orcos que se dirigían hacia el sur.
-Eso no puede ser...
-Todo puede ser en estos tiempos... no sabemos quienes son ni de donde vienen, solo que tienen cabelleras grises y ojos que parecen de fuego- le dijo Fëadîn ahora más tranquilo al saber que Eldarion era en realidad quien decía ser.
-No estamos seguros pero creemos que son los hombres que los orcos se llevaron al Norte el día nefasto- dijo Luiniel con un serio semblante.
-¿Los niños que robó el Amo Oscuro hace dieciocho años?
-Así es, el Amo Oscuro creó soldados que son invencibles, muchos de los nuestros murieron en sus manos, no tienen piedad ni de elfos, ni de hombres, ni de ninguna otra criatura viva, tienen la maldad infinita de los orcos pero un poder diez veces mayor al del más poderoso de ellos. Si en algún momento te cruzas con estos seres no debes hacerles frente, ya que ni tú ni nadie podrá detenerlos.
-¿Estás diciendo que debemos rendirnos sin pelear?, si son hombres son mortales como nosotros.
-La pregunta es: ¿serás capaz de destruir a tu propia gente?
Entonces Eldarion de pronto sintió como su corazón se volvía de piedra, de inmediato recordó a su hermana y una profunda tristeza recorrió su ser. ¿Cómo iba a poder destruir a esos seres sabiendo que uno de ellos podría ser su hermana? La hermana que tanto había querido y que ahora era un soldado del Poder Oscuro. ¿Qué le habían hecho? ¿Qué les habían hecho a todos esos niños? Nadie lo sabía. Esa pregunta solo podría contestarla Morgoth.
-Si las tropas de los orcos se dirigieron hacia el sur eso significa que atacarán Gondor de un momento a otro, debemos partir, o Gondor caerá- dijo Fëadîn a Luiniel.
-Lo sé, Fëadîn, pero no voy a arrastrar a ninguno de ustedes a una muerte segura, que solo vengan aquellos que estén dispuestos a morir.
-Nadie va a morir, estás subestimando al ejército de Gondor. Pero si es verdad que los orcos se dirigían hacia el sur, necesitarán toda la ayuda posible. Debemos irnos cuanto antes- exclamó Eldarion.

Aldariel debió cruzar las montañas para esquivar el peligro, pero nunca imaginó lo que esta tarea iba a costarle. Las Montañas Nubladas eran mucho más elevadas que las colinas de Evendim y la fría nieve se acumulaba en sus cumbres. La primavera traía un peligro más grande que el frío del crudo invierno, las constantes avalanchas y las corrientes de agua que descendían con rapidez y con gran fuerza hacia el río Isen.
Crosswind iba con cuidado esquivando aquí y allá los profundos valles que se extendían a lo largo de la cadena, había engañosos precipicios que aparecían de repente y Crosswind varias veces estuvo a punto de ser atrapado por ellos.
La travesía fue dura, las avalanchas se precipitaban hacia abajo sin aviso previo y el peligro acechaba con cada paso. Pero Crosswind nunca se dejó amedrentar por el montañoso sendero, siguió hacia el este hasta que divisaron a lo lejos el borde occidental del bosque de Farngorn.
Fue un alivio dejar atrás a las amenazantes Montañas Nubladas y entrar por fin al bosque, incluso Crosswind se sentía feliz de haber dejado atrás el peligro. Aldariel se dirigió rápidamente hacia la morada de Bárbol.
-Padre, por fin he vuelto- le dijo con los ojos llenos de lágrimas y luego de un fuerte abrazo.
-Aldariel, sabía que habías venido porque la alegría ha vuelto al bosque con tu llegada y los pájaros del linde comenzaron a cantar otra vez anunciándola.
-Perdoname pero no puedo quedarme mucho tiempo, los orcos se dirigen hacia el sur a toda prisa.
Aldariel se quedó allí a descansar de su viaje pero solo hasta el día siguiente. Volvió a recorrer los caminos junto a Bárbol y saludó a todos sus amigos los Ents y los árboles del viejo bosque.
-Hay guerra en el mundo exterior Padre, y las cosas están mucho peor de lo que habíamos pensado antes de mi partida, el enemigo está listo para atacar y por fin se acerca la última batalla.
-Quizás este será el fin de la Tierra Media y todo lo que conocemos.
-No, eso sí que no voy a permitirlo. No habrá tal fin.
-Haz venido por la espada ¿no es así, hija mía?
-Te prometí que volvería en cuanto supiera manejarla y aquí estoy, ya he peleado en dos largas batallas y he sobrevivido.
-Pero esas batallas no terminaron muy bien. Temo mucho por ti y lo que pueda pasarte, pero aún así sé que debes ir allí, los hombres te necesitan, necesitarán toda la ayuda posible.
-¿Los Ents van a combatir también padre?
-Eso no lo sé, no lo hemos discutido aún.
El día pasó rápidamente, más de lo que Aldariel hubiera querido. Esa noche volvió a dormir en la casa de Bárbol, y al despertarse al día siguiente se preparó para partir sin demora.
Bárbol tomó la fría espada tristemente y se la entregó a Aldariel. Estaba incluso más triste que la primera vez que se había separado de ella y no solo porque quizás no la volvería a ver jamás sino por otro motivo también, el cual todavía no iba a revelársele a Aldariel.
-Nunca me separaré de esta espada, al menos no hasta que sepa porqué está conmigo y a quien perteneció.
-Seguramente pronto lo sabrás. Un mago vino hace algunos días y fue el que me informó sobre todo lo ocurrido en el Norte, él sabía que vendrías aquí...
-Si su nombre era Fëagûl no tienes por qué preocuparte. Espero que él esté ahora en Gondor. Aldariel partió de inmediato, saludó a Bárbol hasta que ya no pudo verlo y sintió una profunda tristeza al abandonar otra vez el bosque. Pero Bárbol estaba aún más triste, porque Fëagûl le había dicho el nombre de la espada que Aldariel llevaba con ella y él no había tenido el valor de decírselo. Porque la espada era muy antigua y había sido llamada en otro tiempo Narsil, y ahora era Anduril, la espada del Rey. Y Fëagûl también le había dicho quién era en realidad su hija Aldariel, ella era Lúthien, la niña que le habían arrebatado a la dama Arwen cuando solo era un bebé. Y que algo terrible había pasado antes de que él pudiera decírselo, porque Aldariel ahora amaba a Eldarion, su hermano mayor y su amor era correspondido.

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