El fin de la Tierra Media: Capítulo I: "Una vida en el bosque de Farngorn"
Holitas!!
Lo que van a leer abajo es la que considero, hoy por hoy, mi mejor obra. Como imaginarán por el título, está ambientada en el universo "Lord of the rings" del maestro Tolkien. Ya la publiqué anteriormente en la Lista ATA y tanto mi mamá como varios amigos ya la leyeron, pero la primer persona en leerla es alguien que estimo mucho y es mi amigo Emiliano, Fëadîn el elfo austral. Voy a ir diciendo cosas de cómo fui escribiéndola y cuales eran las ideas principales en un principio y como fueron cambiando. Espero que disfruten leyéndola así como yo disfruté escribiéndola.
“Una sombra negra provino del oeste, y oscureció los cielos y los mares de la Tierra Media, el amo de Sauron había llegado para destruirlo todo”
EL FIN DE LA TIERRA MEDIA
CAPITULO 1
“Una vida en el bosque de Farngorn”
Un arrollo cruzaba el bosque, allí, a sus pies, se encontraba una joven, su piel era blanca como la espuma que se forma en los saltos del Rauros, y su largo cabello negro le caía sobre la espalda como la noche cuando oscurece el cielo azul, su mirada mostraba nostalgia mientras miraba con amor al pequeño arrollo. Tenía un hermoso vestido color verde que se confundía con el verdor del bosque. Pertenecía a la raza de los hombres, pero su belleza era comparable al más hermoso de los elfos que habían cruzado el mar. Su mirada estaba perdida hacia el norte. Así la encontró su padre Bárbol aquel triste día de invierno.
-Ya han pasado 17 años ¿no es así Aldariel?
-Hoy es el día, el día que voy a abandonar mi querido hogar junto a ti, padre.
Él puso su gran mano sobre su hombro y mirándola a los ojos le dijo:
-Lo sé, y estoy muy triste por eso, pero fue lo que decidiste hace 10 años y debes seguir el destino que trazaste para ti.
-El destino, ojalá no me arrepienta de seguirlo. Tengo miedo, pero muy dentro de mí tengo una valentía que me arrastra a que deje este lugar. Voy a extrañar mucho este bosque, a los árboles, a los pájaros que me cantaron un día, a ti y a todos los Ents que me dieron todo lo que tengo y me hicieron lo que soy.
En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas cristalinas y con un profundo abrazo a su padre se dirigió camino al sur, hacia el paso de Rohan.
-Volveré! Y verás que tan buena seré!
Se alejó llorando por el bosque y los árboles lloraron a su paso, Bárbol se quedó pensativo:
-Es tu destino, pero ojalá nunca hubiera encontrado esa espada junto a ti aquel día...
Diecisiete años antes, una lluviosa y fría tarde de invierno, Bárbol se encontraba cuidando de los árboles del lindero del bosque cuando oyó claramente el llanto de un niño. Se acercó al río y encontró a una pequeña y bella niña de solo un año de edad, o eso pensó, y enseguida la sacó del río. Estaba dentro de una pequeña cesta y envuelta en paños que hedían y que no hicieron más que recordarle a los orcos. Se compadeció de ella y se preguntó que era lo que había podido pasarle. La niña abrió los grandes ojos verdes y lo miró sonriendo, desde ese día Bárbol se encariñó tanto con ella que decidió adoptarla. Antes de marcharse Bárbol se dio cuenta que la niña no había sido abandonada sola, una reluciente espada se encontraba a su lado. Bárbol se preguntaba que haría una espada así junto a ella y siendo lo único que la niña tenía consigo la guardó y la llevó a su casa. Al día siguiente armó un consejo con todos los Ents y les presentó a la niña. Al principio a ninguno le gustó mucho la idea de que se quedara, pero con el tiempo se fueron encariñando con ella y la llamaron: “la más hermosa de las Ents-mujeres”. En el consejo Bárbol propuso que la bautizaran Aldariel, “hija de los árboles” en el idioma perdido de los elfos.
-Es un hermoso nombre- comentó un día Ramaviva alegremente- pero... ¿no hubiera sido mejor un nombre en éntico antiguo?
-Entonces el nombre hubiera sido demasiado largo, igualmente puede traducirse al éntico antiguo. Me pareció más adecuado para ella un nombre élfico. Además fue en agradecimiento a la visita de nuestro amigo Legolas quien vino justamente el año anterior al que Aldariel llegó a nuestro amado bosque ¿recuerdas al elfo Legolas y a su amigo Gimli de la raza de los enanos?
-Por supuesto que los recuerdo, era extraño en esa época una amistad como la suya.
-Pasaron muchos años desde entonces para la Tierra Media, pero pocos para los Ents. Recuerdo que le gustó mucho este lugar cuando lo visitó. Pero desde aquel día nada más supe de él ni de sus amigos.
Los días pasaron serenamente en el bosque de Farngorn, Aldariel jugaba siempre entre los árboles y no dejaba de bautizarlos a todos ellos. Bárbol, su padre, como ella lo llamaba, le había enseñado la lengua común y el idioma de los elfos. Le había relatado muchas historias a las que ella escuchaba siempre muy atentamente, incluso siempre pedía a Bárbol que se las volviera a contar. Una que en particular le gustaba era aquella en que los Ents tomaban la torre de Orthanc junto a los Medianos y acababan con el reinado maligno de Saruman “el talador de árboles”, así lo había llamado Aldariel a la edad de 8 años. Bárbol cuando ella hubo cumplido esa edad y debido a sus constantes preguntas decidió relatarle lo ocurrido poco antes de encontrarla.
-Fue un día terrible, la tierra se estremeció y un fuerte viento azotó la costa oeste, tan fuerte fue el viento que se dice llegó hasta el mar de Rhûn. Los cielos de la Tierra Media se oscurecieron, y las aguas del mar desde ese día nunca volvieron a ser azules, sino de un extraño color negro oscuro. Ninguno de nosotros sabe exactamente que sucedió en el mundo exterior, ya que los Ents no abandonamos el bosque, pero muchos caballeros de Rohan y de Gondor se dirigieron repentinamente hacia el castillo del Rey ese día, se dice que algo terrible ocurrió y que desde ese entonces nunca más se vio sonreír a la dama Arwen. Un oscuro poder llegó ese día al este y está dormido en algún lugar ahora.
Bárbol se dirigió hacia el lado sur de una de sus casas énticas, aquella donde vivía con Aldariel la mayor parte del tiempo, y le mostró la brillante espada.
-Esta espada- continuó- estaba junto al río el día que te encontré.
Aldariel tomó la espada con cierta desconfianza pero al tenerla en sus manos se sintió protegida y casi sin pensarlo pronunció estas palabras:
-Yo voy a aprender a usar esta espada para acabar con el Poder Oscuro y para protegerte, a ti padre, y a todos los Ents.
Bárbol se sorprendió al oírla pero desde ese momento supo que un día Aldariel iba a marcharse, quizás para siempre.
Y así siguieron pasando los años y Aldariel se fascinó con la historia de los valientes Dúnadan del norte, el día que Bárbol le contó la historia de la Guerra del Anillo o lo poco que sabía él de ella. Sin casi pensarlo decidió que iba a buscarlos a ellos para que le enseñaran el arte de la espada.
-Padre, mañana se cumplen 17 años desde que me encontraste aquel día, será también el día de mi partida y antes de irme quiero dejarte como encargado de mi espada, es inútil que la lleve conmigo ya que no sabría usarla pero volveré el día que sea digna de ella. Te pido por favor la cuides hasta entonces como lo hiciste hasta ahora.
-Va a ser un día muy triste, pero prometo cuidar de ella hasta que regreses si tu prometes cuidarte en el largo camino que te espera hacia el norte.
-Lo haré, Padre.
Un día claro amanecía esa mañana de fines de noviembre, casi no había nubes en el cielo y el clima era agradable. Aldariel guardó el abrigo que había utilizado la noche anterior y se dispuso a continuar su camino. Lo único que llevaba consigo eran víveres y agua para varios días, nunca había hecho un viaje tan largo y dudaba seriamente poder llegar a su destino, pero su coraje la impulsaba a seguir. Caminó por el desértico Camino del Norte-Sur, ya tenía recorridas muchas millas, pero aún faltaban muchas más. Hacía ya dos días que había dejado atrás los Vados del Isen y su travesía apenas estaba comenzando.
De pronto escuchó un sonido de cascos y corrió a esconderse detrás de una gran roca a la vera del camino. Eran dos jinetes que se dirigían desde el norte hacia Rohan. Sus rostros eran graves y su tez más bien morena, ambos cabalgaban erguidos y sin mucha prisa, hasta se hubiera podido objetar que estaban de paseo. Aldariel no estaba segura pero decidió mostrarse ante ellos, quizás podría conseguir que alguno le prestara su caballo y así no tendría que ir a pie hasta el reino de Arnor. Fue la primera vez que habló con gente perteneciente a su misma raza, la raza de los hombres.
-Disculpen caballeros- atinó a decir tímidamente.
-Buen día señorita ¿qué hace una bella dama como usted en este camino donde nada se puede encontrar?- dijo el jinete amablemente con una sonrisa en su rostro. A pesar de tener edad madura su rostro se veía muy jovial.
-Vengo del bosque de Farngorn y me dirijo hacia el Norte, hasta el reino de Arnor.
-¿Vienes desde tan lejos? Y hay muchas millas todavía hasta el reino de Arnor- dijo su acompañante que también rondaría los 40 años de edad pero su rostro no denotaba gran jovialidad, era mucho más serio que su compañero.
-Lo sé, pero hacia allí me dirijo- les dijo con gran seguridad.
-¿Hay algo que podamos hacer por ti? No dejaría a alguien como tú en este camino sin ninguna ayuda, y menos en estos tiempos peligrosos- dijo el hombre con rostro jovial.
-¿Por qué son tiempos peligrosos? ¿El poder oscuro despertó al fin?
-Eso es lo que parece. A reunido gran cantidad de tropas y se dice que es solo cuestión de tiempo para que comience a atacar Gondor, Rohan y otros sitios estratégicos, el clima en la Tierra Media está muy agitado últimamente, has tenido mucha suerte si todavía no te has encontrado con alguna tropa de orcos- aseguró su compañero.
-El tercer día de mi partida me crucé con una, antes de llegar a los vados, pero logré ocultarme antes de que lograran verme.
-Entonces has sido muy afortunada.
El jinete que había sido el primero en hablarle bajó de su caballo.
-Mi nombre es Faragond y él es Galinor -dijo tomando su mano para besarla.
-Mi nombre es Aldariel, un placer conocerlos.
Aldariel se acercó al corcel y acarició suavemente su crin blanca, él al instante se encariñó con ella.
-Su nombre es Crosswind, puedes llevarlo contigo hacia el Norte, él ya sabe como llegar hasta allí.
-¿En serio puedo llevarlo?
-Puedes llevarlo- le dijo Faragond sonriendo.
-Siempre voy a agradecerles este acto de bondad que tuvieron conmigo, son las primeras personas de mi raza con las que cruzo palabra y no pude haberme llevado mejor impresión.
-Es un halago demasiado grande para solamente dos soldados sin linaje como nosotros- le dijo Galinor.
-¿Linaje? Para mí son personas, no soldados sin linaje. Todos deberían considerarse iguales en la Tierra Media ¿no debería ser así?
-Dices palabras muy sabias, sabio debe haber sido el que te las enseñó.
-Nunca voy a olvidarlos y voy a estarles eternamente agradecida.
Aldariel se despidió de Faragond y Galinor y continuó su camino hacia Arnor con renovadas esperanzas. Nunca había cabalgado, pero al poco tiempo se acostumbró a estar sobre la grupa de Crosswind quien nunca dejó que se cayera, pertenecía a la raza de caballos más fuertes y veloces que pudiera haber en Rohan y descendía directamente de Sombragris por lo que su cabello era blanco con ciertos matices color gris plateado.
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